La mayoría de mis amigos son personas sordas. El día que murió mi mamá, Carlos —uno de ellos— me hizo una videollamada. Yo no quería hablar (señar) pero le contesté.

Algunas personas sordas trabajan en tanatopraxia. No sé si es porque no se espera que hablen, o porque hay algo en ese oficio —el cuidado de los cuerpos, el gesto preciso, el detalle— que dialoga con esta lengua.

Morado. Ese fue el color que eligió para pintarle los labios. En los ojos, sombras claras, también moradas.

Siempre pensé que el amarillo era el color de mi madre. Pero ese día descubrí que, en realidad, el morado era el que más la habitaba. El amarillo era el color que deseaba para ser feliz, por eso pocas veces lo tenía, o lo encontraba en alguna prenda que quisiera.

Tenía la intuición de que quienes usaban amarillo eran más alegres, y lo intentaba. Pero rara vez hallaba algo que combinara con su piel oscura y con su ánimo.

Carlos me pidió que buscara una foto que me gustara mucho de ella, para maquillarla y que yo pudiera verla lo más parecida posible a esos días en los que estaba bien.

Encontré muchas. Pero elegí una donde tenía el cabello corto, pintado de morado; los labios también morados, con restos del labial marcando los dientes, y una sonrisa grande. Uñas moradas. Aretes redondos, color lila.

Fue él quien me advirtió, con la sinceridad que a veces solo tienen las personas sordas, que su rostro ya no era el mismo. Que tenía el cuello abierto por la traqueotomía, un hueco seco que no se podía ocultar. Que los ojos estaban hinchados, morados por la presión de tantos días boca arriba. Que la piel se había vuelto grisácea. Por eso debía elegir una buena foto para replicarla en ese rostro muerto.

La primera cama de África, la perrita que adoptamos para ella, fue morada. Y fue ella quien la eligió. A veces pienso que ese color la sostuvo de muchas formas.

Hace poco fui a una sesión de reiki. La médica me dijo que debía rodearme de cosas moradas. Que ese color protegía mi energía, que me ayudaba a no dejarme vaciar. Pensé en los labios, en las uñas, en el cabello, en los aretes. Pensé en ella.

Imagen de tres ballenas

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