Estaba encima de la capota del carro verde, sonriendo. Es una foto, no un recuerdo, pero puedo sentir la brisa cálida y la falta de pensamiento. Sobre todo la falta de pensamiento.
Por la luz en la foto, era temprano. Estoy segura de que en ese momento no pensaba, y por eso las comisuras de mis labios estaban afectadas por el cielo perfecto, y por lo único que podía mostrar: muchos dientes de leche.
En ese rostro de la foto me aturde la impaciencia de explorar la vida. Intuyo que la raíz de la poca felicidad que me acompaña hoy, es un vago recuerdo de algo que ocurrió ese día.
No recuerdo nada de mi infancia. Más bien, no recuerdo nada con detalle que valga la pena ser descrito. Por eso si quisiera ir a la génesis de mi memoria, no podría hacerlo. No como la gente quisiera.
Hace poco estuve en una caminata, y antes de empezar, debíamos contar un momento feliz de nuestra infancia. Dos palabras que no puedo habitar: felicidad e infancia. Ambas se sostienen en una niebla de memorias ajenas. Fue terrible. Todos recordaban sucesos como jugar en el barrio con los amigos, la finca del abuelo, y el pueblo de la familia. Cuando llegaron a mí sólo pude decir que recordaba una vez que me había subido a la capota del carro verde de mi papá. Sonreí para que pensarán que era un recuerdo feliz. Me da paz imaginar una foto en la que sonrío tanto, que es evidente que no pienso en nada.
Así si quisiera ir a lo más primario en mi memoria, son retazos de momentos, retazos mudos. Recuerdo vagas imágenes, pero no las palabras. De cierta forma, lo agradezco. Las imágenes son el aliento al alcohol de mi madre muerta, y los gritos mudos y disgustos al despertar. Seguro este recuerdo también era impreciso.
El carro era verde y viejo. De lo único que creo estar segura es de que mi papá tomó la foto, porque no salió torcida. Si hubiera sido mi mamá estaría desnivelada o borrosa. Ahora, la sonrisa. Para que una niña ría debe ser obligada o engañada. Esa sonrisa era genuina. Seguro quien estaba al frente era mi mamá, de eso no hay duda. Quién me hacía sonreír era ella. Por eso después de su muerte no he vuelto a sonreír de la misma forma.
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